Alguien salvó mi vida esta noche: cómo llegué a estar al
borde de la muerte debido al coronavirus
Mi vida casi termina abruptamente el 17 de marzo de 2020 por culpa
del coronavirus. No porque lo tuviera… De hecho, no estaba contagiado.
Pero mi miedo absoluto de contraer COVID-19 y la increíble histeria
que rodeaba al virus en los primeros días, hicieron que no fuera al
hospital y tomara decisiones muy desacertadas con respecto a mi salud
que ya de por sí estaba en riesgo.
Mi nombre es Marty Enokson y soy un defensor de los pacientes y
justiciero de la obesidad, que habla en contra de los prejuicios y el
estigma debido al peso.
Algunos datos sobre mí:
Vivo en el Oeste de Canadá.
Tengo 53 años y he vivido
con la enfermedad crónica de la obesidad durante los últimos 40 años
o más.
También he vivido con diabetes tipo 2 desde los 25
años.
Tengo la presión arterial alta.
Como
consecuencia de mi diabetes tipo 2, vivo con complicaciones que
incluyen mala circulación y neuropatía en mis pies, lo que ha
causado heridas abiertas en ambos dedos gordos de los pies.
Como defensor de los pacientes que ha trabajado a nivel mundial y
que, durante los últimos siete años ha abogado por su experiencia con
la obesidad, me he presentado ante el mundo como alguien que tiene
todo bajo control, alguien capaz de cuidar muy bien de sí mismo, como
la imagen perfecta de cómo debe ser un defensor de los
pacientes…
Soy y he sido una inspiración para muchas
personas...
Hasta ahora.
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“El estrés de mi vida, tanto laboral como personal, combinado con
algunas malas decisiones sobre mi salud, sumado a la llegada de la
COVID-19, crearon la tormenta perfecta que casi puso fin a mi vida de
forma prematura...”
El estrés de mi vida, tanto laboral como personal, combinado con
algunas malas decisiones sobre mi salud , sumado a la llegada de la
COVID-19, crearon la tormenta perfecta que casi puso fin a mi vida de
forma prematura...
¿Cómo? Te estarás preguntando…
Para comprender cómo terminé en el hospital con otra infección grave
que ponía en riesgo mi vida, debemos retroceder en el tiempo seis
meses, hasta agosto de 2019, cuando sufrí una serie de eventos que me
asustaron y me afectaron profundamente a nivel mental y emocional.
Pensé que era mentalmente fuerte.
Pensé que los años viviendo con obesidad y el acoso que había
sufrido durante los últimos 40 años me habían preparado… pero
desafortunadamente, no fue así.
El poder absoluto de la mente es mucho más poderoso de lo que crees.
En agosto de 2019, mi corazón estaba verdaderamente roto y, en
consecuencia, emprendí mi marcha hacia un lugar oscuro. Recurrí a un
viejo y querido amigo que SIEMPRE me había consolado desde muy
temprana edad…
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“El poder absoluto de la mente es mucho más poderoso de lo que crees”.
No era necesariamente un buen y querido amigo, pero el chocolate era
un amigo fiel que siempre había estado presente para mí durante todos
los malos momentos de mi vida... y parecía que estaba volviendo a
vivir malos momentos.
Así es como empezó. Una chocolatina... Oh, sentaba tan bien. Me hizo
sentir muy bien. El dolor desapareció.
Llegó septiembre de 2019 y con su llegada, los factores estresantes
de mi vida eran aún más prevalentes. Junto con mi corazón roto, ahora
sentía que también se quebraba mi espíritu físico.
Oh... comerse esa chocolatina era demasiado bueno Con el tiempo,
decidí comerme otra... la cabeza me daba vueltas. Pura euforia. Y sin
darme cuenta, dos chocolatinas por noche se habían convertido en
cuatro. Todas las noches.
Mi descenso en espiral a los sombríos recovecos de mi depresión de
chocolate no tardó en llegar… de hecho, sucedió bastante rápido.
Estaba adormeciendo mi dolor con comida reconfortante. Dejé de
controlar mi nivel de azúcar en sangre. Realmente, no me interesaba saberlo.
Lo único que me importaba era el chocolate... aliviaba mi
dolor.
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"Estaba adormeciendo mi dolor con comida reconfortante. Dejé de
controlar mi nivel de azúcar en sangre. Realmente,no me interesaba
saberlo. Lo único que importaba era el chocolate...”
Septiembre se convirtió en octubre y fue en ese momento cuando se
produjeron los golpes demoledores. Lo poco que quedaba de mí se
vio completa y absolutamente aplastado y derrotado.
Los palos y las piedras podrán romper mis huesos… pero las palabras
también pueden hacerme daño. Las palabras verdaderamente duelen… al
igual que las acciones de los demás. De hecho, las acciones pueden
herir aún más.
Con el paso del tiempo, mi salud mental se veía cada vez más
afectada. Todo me importaba cada vez menos y, en consecuencia, esto
afectó mi salud general.
Sin embargo, no quería que nadie viera mis vulnerabilidades. Para
todos los espectadores del mundo, montaba un espectáculo. Por fuera,
¡mi vida era FANTÁSTICA! Pero, por dentro, había odio y autodesprecio,
me sentía increíblemente avergonzado de mí mismo. Estaba perdiendo el control.
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“No quería que nadie viera mis vulnerabilidades. Para todos los
espectadores del mundo, montaba un espectáculo. Por fuera, ¡mi vida
era FANTÁSTICA! Pero, por dentro, había odio y autodesprecio”.
Ahora súmale la responsabilidad y la presión de mi carrera como
asistente legal en la oficina de la fiscalía.
Estaba físicamente exhausto mientras me preparaba para una serie de
seis juicios por homicidio que iniciarían en febrero de 2020 y
finalizarían el 15 de mayo de 2020. Todos los días. No había recesos
entre los asuntos judiciales. En algunos casos, se realizaban dos
juicios simultáneamente. 75 días de juicio. Estaba increíblemente abrumado.
Regresé al trabajo después de las vacaciones de navidad y trabajé
todos los días, hasta tarde por la noche, incluidos los sábados y los
domingos, preparándome para mis juicios. 72 días seguidos. 96 horas
extra por las que NO me pagarían, solo para terminar el trabajo...
Claramente no dormía lo suficiente, aproximadamente 4 horas cada noche.
Mi salud estaba empeorando. Ya había abandonado casi por completo el
cuidado de mis pies diabéticos y neuropáticos. No tenía tiempo. Solo
tomaba la mitad de mis medicamentos para la diabetes.
Para ese entonces, comía de 6 a 10 chocolatinas todas las noches. El
chocolate me reconfortaba a corto plazo y tenía que volver a comerlo
varias veces.
Había abandonado mis buenos hábitos alimenticios... y como
consecuencia, subí de peso. Me sentía muy avergonzado e increíblemente mortificado.
Mientras me preparaba para mis meses de maratón de casos judiciales,
el estrés era abrumador .Cada día me generaba más estrés; y cada nuevo
día, me despertaba y mi cuerpo estaba un poco más cansado que el día anterior.
Chicos y chicas, este soy yo...precipitándome hacia la Tierra a 500
kilómetros por hora para impactar directamente de cabeza contra el
suelo. Se avecinaba una tormenta perfecta… lo sentía en el cuerpo.
Sentía en mi corazón que la situación no era buena, que yo no estaba
bien y que no podía arreglar el desastre que había creado.
Mi cuerpo lo intentó durante semanas y me dio señales de que las
cosas andaban mal. Pero yo no lo escuchaba. Hasta que mi cuerpo me
dijo “BASTA”. Si no vas a prestarle atención a las señales que te
estoy dando, el impacto será impresionante”.
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“Mi cuerpo lo intentó durante semanas y me dio señales de que las
cosas andaban mal. Pero yo no lo escuchaba”.
Lo único que faltaba en esta tormenta perfecta que había creado era
algún tipo de enfermedad… una nueva pandemia mundial…
Ya sabes a qué me refiero, el tipo de pandemia que el mundo no había
vivido desde la gripe española de 1919 & 1920, 100 años antes.
La llegada del coronavirus a Canadá
Esta es la señal para que el coronavirus haga su entrada en escena en Canadá
Comenzó en China. Luego, se propagó a Europa. Italia y Estados
Unidos estaban abrumados con este virus que es una auténtica máquina
de matar. El panorama era aterrador. Las personas estaban
muriendo a un ritmo extraordinario. La COVID-19 era un monstruo nuevo
y aterrador, y las noticias locales e internacionales hicieron un
trabajo increíblemente efectivo para informar sobre la COVID-19 y
asustar a todos, incluido yo.
Todos sabíamos que el coronavirus llegaría a Edmonton, pero no
sabíamos exactamente cuándo...
Ahora bien, si eres fan de la serie “Las chicas de oro”, este es mi
momento como Sophia Petrullo.
Imagínatelo... 12 de marzo de 2020. Edmonton, Alberta, Canadá.
La COVID-19 había llegado a Edmonton un par de días antes. Al
llegar, la enfermedad comenzó a propagarse y a dejar su marca el
viernes 13 de marzo de 2020. Viernes 13... el que sería el último día
normal en Edmonton, Alberta, Canadá. De cualquier modo, haré una digresión.
Me había levantado de la cama a las 5:15 a. m. para comenzar lo que
al parecer iba a ser otro día de preparación para el siguiente caso
judicial en mi lista. Estaba agotado porque había dormido pocas horas.
Mi día comenzó como cualquier otro en los últimos meses: con una
chocolatina.
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“Mi día comenzó como cualquier otro en los últimos meses: con una chocolatina”.
Llegué al trabajo a las 6:45 a. m. Me dolía un poco el cuerpo, pero,
aparte de eso, todo parecía normal. Nunca imaginé que “lo normal”
desaparecería por un tiempo.
Trabajé toda la mañana y cuando se acercaba la hora del almuerzo,
comencé a sentir dolor de cabeza. Pensé que tal vez el dolor de
cabeza era porque tenía hambre , así que bajé a la cafetería y pedí
algo de comer. Comería en mi escritorio para poder seguir trabajando.
Me senté a comer y el dolor de cabeza empeoró. ¡¡¡ERA PALPITANTE!!!
Comencé a sentir oleadas y más oleadas de náuseas.
El dolor de cabeza se intensificó, como si mi cabeza fuera a explotar.
Mi mente intentó recordar de inmediato los diferentes informes de
las noticias de los últimos días sobre los síntomas de coronavirus…
¿Tenía la COVID-19? Mi frecuencia cardíaca aumentó, al igual que mi preocupación.
Para ese entonces, mi cuerpo comenzó a sudar profusamente, lo que
luego se convirtió en oleadas de escalofríos que me sacudieron
literalmente hasta la médula. No podía entrar en calor y no podía
parar de temblar violentamente.
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“Mi día comenzó como cualquier otro en los últimos meses: con una chocolatina”.
Eso era malo. Muy malo. ¿Me iba a morir? Soy demasiado joven para
morir. ¿Qué pasaría con mis hijos?
Me fui a casa y llamé de inmediato a la línea de ayuda de COVID-19
del servicio de salud de Alberta. Estaba convencido de que tenía la
COVID-19. La histeria se había apoderado de la ciudad y de la
provincia durante los primeros días de la pandemia.
Acceder a la línea directa de COVID-19 me llevó varias horas,
únicamente para que me dijeran que a pesar de tener algunos síntomas,
no había viajado durante los últimos 14 días y no creía que había
estado en contacto con nadie que hubiera viajado durante los últimos
14 días. Tampoco tenía tos seca persistente. No me quedé tranquilo.
Seguía temblando sin control por los escalofríos. Tenía fiebre.
Sentía oleadas de náuseas. Pero esos síntomas no eran suficientes para
el servicio de salud de Alberta y el 12 de marzo de 2020, se negaron a
realizarme una prueba de COVID-19.
Estaba muy enfermo y, durante los días siguientes, no mejoré. Mi
hija estaba muy preocupada. Seguía temblando descontroladamente por
los escalofríos y sudaba profusamente. No podía retener ningún
alimento. Ella quería llamar al 911.
Yo no quería que llamara al 911 porque no quería ir a las urgencias
del hospital, ya que estaba seguro de que contraería la COVID-19. Los
informes de las noticias indicaban que las urgencias estaban
absolutamente abarrotadas. Me aterrorizaba la idea de ingresar en una
“placa de Petri” de enfermedades, como la sala de urgencias, donde
podría contraer la COVID-19.
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“Dado que cada vez estaba más enfermo, mi hija tomó el control de la
situación y llamó al 911. Minutos después de la llamada, llegaron
camiones de bomberos, policías y una ambulancia a mi casa".
Con el tiempo, dado que cada vez estaba más enfermo, mi hija tomó el
control de la situación y llamó al 911. Ella es la sensata. Yo no lo
soy. Lo reconozco. Minutos después de la llamada, llegaron camiones de
bomberos, policías y una ambulancia a mi casa.
Me rompía el corazón saber que estaba tan enfermo que ni siquiera
podía disfrutar el hecho de estar rodeado de bomberos en mi propia
casa. Oportunidades perdidas... (carcajada)
Temblaba tan fuerte que no podía entrar en calor. Sentía que la
cabeza me explotaría. Me sentía fatal. Estaba aterrorizado de ir a urgencias.
Los paramédicos me evaluaron y me informaron que estaba sufriendo
de ansiedad. Que los escalofríos y las náuseas que tenía eran por
ansiedad. Me dijeron que respirara y que todo iría bien.
Luego, los técnicos me informaron que podían llevarme a la sala de
emergencias, pero que las urgencias estaban abarratodas y que podía
contraer la COVID-19 allí. Eso me asustó. ¡ Dije que NO a los paramédicos!
Sabía en mi corazón que estaba enfermo y que definitivamente algo
andaba mal, pero estaba tan preocupado por contraer la COVID-19 que
tomé la decisión de no ir al hospital. Esa decisión resultó ser un
grave error.
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“Estaba tan preocupado por contraer la COVID-19 que tomé la decisión
de no ir al hospital. Esa decisión resultó ser un grave error”.
Si hubiera aceptado la oferta y hubiera ido al hospital en ese
momento, probablemente habrían detectado lo que tenía con suficiente
antelación y no habría sufrido como lo hice.
Lo peor estaba por venir. Durante los días siguientes, pasé por
períodos de náuseas y escalofríos que me hicieron temblar hasta la
médula. Soñaba que tenía fiebre. Alucinaba. No podía entrar en calor.
No podía retener ningún alimento y estaba deshidratándome poco a poco.
Además, seguí soportando dolores de cabeza extremadamente dolorosos
que no desaparecían. Nada aliviaba el dolor.
Me desperté el martes 17 de marzo de 2020 y sentí un dolor conocido,
pero nada bienvenido, en los pies y en las piernas. Estaban sumamente
colorados y ardían al tacto. Este dolor era un dolor agudo que no
había sentido en más de dos años.
La última vez que había tenido esos mismos síntomas fue por una
infección letal en la sangre que casi acabó con mi vida. Me levanté y
cojeé hasta el baño. Oriné sangre.
No… La situación fue de muy mal a mucho peor. Los últimos cinco días
de estar enfermo condujeron a este gran final.
No le dije inmediatamente a mi hija lo que estaba sucediendo.
Claramente, yo no estaba tomando decisiones inteligentes. Sabía que
ella llamaría de inmediato a la ambulancia y me llevarían al hospital.
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"Continué interpretando el papel del hombre obstinado durante un
poco más de tiempo. A veces, no puedes evitar la estupidez…"
En retrospectiva, no puedo creer que no reconociese la situación
perjudicial en la que estaba y no buscase inmediatamente la ayuda
médica que necesitaba con tanta urgencia. En cambio, continué
interpretando el papel del hombre obstinado durante un poco más de
tiempo. A veces, no puedes evitar la estupidez… y mi comportamiento
era ESTÚPIDO.
Bajé la escalera hacia la sala de estar. El dolor agudo en las
piernas era abrumador. Mi hija notó que algo andaba mal. Después de
presionarme, finalmente le conté sobre las piernas y los pies. Le
mostré las piernas y el pie derecho, que estaban extremadamente
colorados y ardían al tacto.
Llamó al 911 otra vez, contra mi voluntad. Los mismos bomberos,
diferentes oficiales de policía y diferentes paramédicos. Otra
oportunidad perdida...
La situación era mucho, mucho peor. Los paramédicos no podían
obtener una presión arterial estable. Intentaron medirla varias
veces. La lectura de los niveles de azúcar en sangre marcaba 18, un
nivel increíblemente alto. ¡DEMASIADO ALTO! En ese momento, les dije
a los paramédicos que había orinado sangre. Pudieron observar que
estaba deshidratado y en malas condiciones.
Me recomendaron ir urgencias… pero todavía seguía sin querer ir. No
quería contagiarme de COVID-19. Claramente, estaba muy enfermo, pero
no entraba en razón. Mi miedo a contraer la COVID-19 se había
apoderado de mí.
Los paramédicos pasaron los siguientes treinta minutos tratando de
convencerme de que, por lo menos, fuera a un centro médico donde un
médico podría evaluarme y podrían extraerme sangre. Gracias a su
perseverancia, preocupación y entendimiento de mis increíbles miedos,
los paramédicos finalmente lograron convencerme de que fuera, por lo
menos, a un centro médico.
Mi hija salvó mi vida. Realmente lo hizo.
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"Terminé exactamente donde debería haber ido seis días antes. Y
casi me muero".
Llegué e ingresé bastante rápido. Reconocí que estaba muy, muy
enfermo. Me extrajeron sangre y me colocaron una vía intravenosa para
volver a hidratarme. No pudieron estabilizar mi presión arterial y en
dos ocasiones durante las horas siguientes, mi presión arterial se
descompensó. Mis niveles de azúcar en sangre seguían siendo 18. Fue un
momento verdaderamente aterrador.
Llegaron los resultados de mi análisis de sangre: tenía una
infección y los riñones sin duda habían sufrido daños. Como estaba
tan enfermo, me trasladarían al Hospital Royal Alex
Terminé exactamente donde debería haber ido seis días antes. ¡Qué
estúpido fui! Y casi me muero.
Estuve en el hospital durante 4 días y recibí una dosis alta de
antibióticos por vía intravenosa. Los pacientes eran dados de alta
del hospital lo más rápido posible para que hubiera más camas
disponibles en caso de una crisis por COVID-19. Me enviaron a casa
para recuperarme. Tenía que regresar al hospital durante una hora
todos los días durante 15 días para recibir una dosis alta de
antibióticos por vía intravenosa. También tratarían las heridas en
las piernas y los pies ya que estaban muy dañados por la infección.
Cuando terminé de recibir antibióticos por vía intravenosa, recibí
una dosis alta de antibióticos orales durante otros 14 días… fue todo
un proceso.
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“No soy perfecto. Soy una persona que continúa viviendo con la
enfermedad crónica de la obesidad, la enfermedad crónica de la
diabetes tipo 2, presión arterial alta y muchos otros problemas”.
Mi larga batalla contra la obesidad y la diabetes tipo 2 ha
contribuido a que me debilite ocasionalmente.
Cuando no descansas lo suficiente, no te alimentas adecuadamente, no
cuidas tu salud personal y no te pones en PRIMER lugar…
Cuando estás increíblemente estresado, no tomas tus medicamentos
correctamente, luchas contra una depresión que te ha causado estrés y
comes una enorme cantidad de chocolate para sentirte mejor, no
asistes a tus citas médicas de seguimiento…
Cuando tienes mucho miedo porque la COVID-19 se ha convertido y
sigue siendo una pandemia mundial, lamentablemente, cuando descuidas
tu cuerpo, permites que se deteriore , se rompa y quede expuesto a una infección.
Estaba roto y no escuché a mi cuerpo. Como consecuencia, tomé muy
malas decisiones. Lo que me sucedió, me sucedió porque no ME cuidé.
Estaba tan agotado que una infección vio la oportunidad de invadir
mi cuerpo, apoderarse de mí como un alienígena y potencialmente matarme.
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“El cuidado personal. Es increíblemente importante. MERECES cuidar de ti”.
El cuidado personal. Es increíblemente importante. MERECES cuidar de
ti. Ningún momento es mejor que ahora para asegurarte de que te estás
cuidando. Asegúrate de hacer un seguimiento de tu cuidado personal.
En mi caso, dejé de tomar los antibióticos hace ya 62 días. La
infección ha desaparecido... y confío en que nunca tendré otra.
Me he recuperado de mi depresión. Un susto con la salud puede
causarte eso. He ido a cada cita médica de seguimiento. Me he
realizado todas las pruebas que mis médicos han solicitado. Es muy
importante hacerlo.
Me acepté y volví a tomar TODOS mis medicamentos. Mi alimentación es
la adecuada y no he comido por estrés ni he comido una chocolatina en
99 días. ¡Un hurra por mí! También he bajado un poco de peso… aunque
no recomiendo bajar de peso como yo lo hice.
Para aquellos que viven con diabetes, independientemente del tipo,
aseguraos de ser diligentes con los controles de los niveles de azúcar
en sangre. Aseguraos de revisar meticulosamente las piernas, los pies
y, sobre todo, los dedos de los pies. Tu diligencia te alertará sobre
futuros problemas. No los pierdas de vista.
He hablado con mi médico sobre mi depresión y sigo trabajando para
cuidarme. Ahora camino de nuevo todos los días y estoy aumentando mi resistencia.
Quiero vivir. De verdad, quiero vivir. VALGO LA PENA. Realmente
valgo la pena… y tú también vales la pena. Realmente vales la pena.
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“Quiero vivir. De verdad, quiero vivir. VALGO LA PENA. Realmente
valgo la pena… y tú también vales la pena. Realmente vales la pena”.
Los últimos seis meses fueron una tormenta perfecta de estupidez,
miedo e infección. Afortunadamente, sobreviví para compartir mi
experiencia contigo.
Finalizo con unas palabras de sabiduría...
NO actúes como yo. Asegúrate de cuidar tu salud y tu bienestar. Es
más importante de lo que imaginas. Asegúrate de controlar tu estrés y
de cuidarte.
Sobre todo, NO permitas que una crisis te impida ver a tu médico o
ir a un hospital por motivos médicos urgentes. Por cierto…
mientras estaba en el hospital, me hicieron una prueba de COVID-19.
No tenía COVID-19.
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