Por qué el conocimiento no es suficiente para controlar la obesidad
“La mayoría de las intervenciones para la obesidad se centran en la
prevención y lo hacen a través de la “educación”. Pero hay un motivo
por el cual este enfoque no ha tenido ningún impacto en la obesidad,
independientemente de lo mucho que intentemos educar”.
Por Ian Patton, agosto de 2020
Soy profesor universitario. Enseño en la facultad de kinesiología,
que se centra en la ciencia del movimiento humano, la anatomía, la
fisiología, la biomecánica y más.
En uno de mis cursos, “Crecimiento, maduración y actividad física”,
aprendemos sobre la conexión entre la actividad física y el desarrollo
humano y la salud. Un concepto importante que analizo con mis
estudiantes es la “educación sobre la salud”, la capacidad de buscar,
comprender y poner en práctica la información sobre la salud en
nuestra vida.
Teniendo en cuenta toda la información falsa, las modas pasajeras y
los terribles consejos para controlar el peso que se propagan como la
pólvora, resultaría útil tener un alto grado de conocimiento sobre la
salud. Nos permitiría cribar la información basura y comprender lo que
verdaderamente necesitamos saber. Un aspecto muy importante del
control y la prevención de la obesidad.
Pero, ¿es suficiente? ¿Es simplemente cuestión de educar a las masas
y resolvemos el enigma de la obesidad? ¿Qué sucede cuando el
conocimiento no es suficiente?
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“Hay un motivo por el cual aumentar la educación sobre la salud no ha
tenido ningún impacto en la obesidad, independientemente de lo mucho
que intentemos educar”.
La mayoría de las intervenciones para la obesidad se centran en la
prevención y lo hacen a través de la “educación”. Es decir, enseñarles
a las personas sobre la alimentación saludable y la actividad física,
e intentar mejorar la salud a través del conocimiento. Si las personas
tuvieran un mayor grado de comprensión, tomarían mejores decisiones y
el problema estaría resuelto.
Estoy completamente a favor de aumentar la educación sobre la salud
en todos los ámbitos y creo que todos pueden beneficiarse de aprender
más acerca de alimentarse bien y hacer actividad física. Pero hay un
motivo por el cual este enfoque no ha tenido ningún impacto en la
obesidad, independientemente de lo mucho que intentemos educar.
Pero esto ignora completamente los factores genéticos, psicológicos,
fisiológicos, biológicos y ambientales que influyen en la obesidad.
Centrar toda nuestra atención en la prevención a través de la
educación es básicamente reforzar lo que sabemos que es falso y
perpetuar un relato falso sobre la obesidad: “Si las personas gordas
no fueran tan estúpidas, no tendríamos este problema”.
Debería saberlo. Vivo con obesidad La obesidad casi me mata. Cuando
más estuve más enfermo, pesaba más de 163 kg, tenía hipertensión y
apnea del sueño, y la sensación persistente de que la obesidad estaba
absorbiendo mi vida.
He tenido sobrepeso la mayor parte de mi vida. He bajado y he subido
de peso en varias ocasiones. Si tan solo hubiera estado mejor
informado, ¿verdad? Si tan solo fuera lo suficientemente inteligente
para solucionar este problema por mi cuenta. Si hubiera tenido el
conocimiento sobre la salud, la alimentación y la actividad física,
jamás me habría enfermado tanto. ¿Verdad?
¡Incorrecto!
Me he informado, más que la mayoría de las personas, de hecho. Tengo
un doctorado en kinesiología con especialidad en actividad física y
obesidad. También completé una beca posdoctoral de 2 años en
investigación sobre la obesidad. Soy un kinesiólogo registrado y un
fisiólogo de ejercicios certificado, lo que significa que sé más sobre
la actividad física, el ejercicio y el cuerpo que la mayoría de los
entrenadores personales. Incluso, he dado cursos sobre nutrición a
nivel universitario.
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“Me avergonzaba ser quien era hasta que cambié mi mentalidad. Hasta
que acepté por completo el hecho de que la obesidad es una enfermedad crónica”.
Mi educación sobre la salud en este tema en particular es altamente
evidente, sin embargo, vivo con obesidad. ¿Cómo es posible?
Irónicamente, mientras me estaba preparando para defender mi tesis
de doctorado, en esta cima de conocimiento, fue cuando más enfermo
estuve por la obesidad. Asistía a conferencias internacionales,
estudiaba y hablaba sobre la ciencia de la obesidad mientras lidiaba
con mi propia salud personal.
No solo fue difícil para mi ego tener un cuerpo que claramente no
reflejaba mis conocimientos avanzados sobre salud. Fue un absoluto
desastre para mi salud mental.
Me odiaba. Me despreciaba a mí mismo. Me avergonzaba ser quien era.
Me sentía como un fraude. ¿Quién podría tomarme en serio? De todas las
personas, yo debería poder solucionar esto. Y si ni siquiera puedo
hacer esto, ¿para qué sirvo?
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“Las enfermedades crónicas son más complicadas que eso, e
independientemente de lo inteligente que seas, igualmente necesitas controlarlas”.
Así fue hasta que cambié mi mentalidad, hasta que acepté por completo
que la obesidad es una enfermedad crónica. Que va mas allá de no estar
bien informado.
Piensa en cualquier otra enfermedad crónica: cáncer, hipertensión,
diabetes, etc. ¿Es la educación en prevención el objetivo del control
de cualquiera de ellas? ¿Hay alguna enfermedad en la que nos lavemos
las manos y digamos: “estás solo; simplemente necesitas aprender a
curarte tú mismo”?
Imagina que a un médico le diagnostican hipertensión. ¿Ese médico ha
fracasado porque padece algo sobre lo que ha estudiado?
¿Pretenderíamos que se cure revisando algunos de sus libros de la
facultad de medicina?
Por supuesto que no, porque las enfermedades crónicas son más
complicadas que eso, e independientemente de lo inteligente que seas,
igualmente necesitas controlarlas.
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“Nos han condicionado a creer que la obesidad es simple, que es culpa
de la persona, pero hemos estado equivocados antes”.
Entonces, ¿por qué actuamos así con respecto a la obesidad?
Los legisladores y la sociedad en general aún no han podido ponerse
al día con los hechos, ya que la obesidad es una enfermedad crónica
que requiere un enfoque diferente al que hemos tenido hasta ahora.
Lo entiendo. El cambio es difícil. Nos han condicionado a creer que
la obesidad es simple, que es culpa de la persona, pero hemos estado
equivocados antes. Recuerda, por ejemplo, que hasta hace poco tiempo,
el agua radiactiva era un tratamiento popular para enfermedades
mentales, la diarrea, la malaria e incluso la vejez.
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“Podemos y debemos hacer algo mejor cuando se trata de la obesidad.
Está bien equivocarse, siempre y cuando lo usemos para mejorar”.
Podemos y debemos hacer algo mejor cuando se trata de la obesidad.
Está bien equivocarse, siempre y cuando lo usemos para mejorar.
Debemos estar abiertos a aprender más y dispuestos a corregir
nuestros errores. Como sociedad, debemos mejorar nuestro conocimiento
general sobre la salud para que podamos detener la difusión de
información falsa y peligrosa.
Debemos exigir a los legisladores y a los sistemas de salud que se
adapten a los tiempos actuales y reconozcan la obesidad como una
enfermedad crónica y la traten como tal.
Pero quizás lo más importante sea que debemos reconocer que cuando
se trata de la obesidad, necesitamos un enfoque que aborde la
complejidad de la enfermedad y no se centre únicamente en la educación
preventiva. Debemos comprender que el conocimiento no es suficiente.
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